En cambio, él todo un gigante, sus manos peligrosamente grandes, tan tibio y suave pero enorme, como una frazada reconfortante pero enorme, todo liso, agradable, firme, inofensivo solo, como un gigante gentil; como se les habla a las plantas cuando se quiere que crezcan.
Nadie mejor que él. Tan cuidadoso. Al menos hasta que se olvida de todo y olvida su tamaño. Entonces ella es un avispa atrapada, prendida en la piel caliente de él. Y el mundo se arregla en suspiro. Y todo está bien.
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