jueves, 5 de julio de 2012

Salvación


Con cuidadosa coreografía, las puntas de mis pies a penas deslizándose sobre el piso, me dirijo a la puerta sin darle la espalda, sin dejar de mirar ese, su sueño hermoso y tranquilo, que horas atrás nos hubo costado tantos besos y caricias, mi anhelo más caro el compartirlo; él siempre lo ha sabido, aunque desconfía de mis motivos.

Esta vez no es otro encuentro de placer ajeno, buscando de manera impersonal un bien mayor, apostando la que quizá sea mi única carta, con el pretexto de jugar a ser lo que no soy: la salvación de muchos –no porque ellos vivan en mi corazón, sino porque sé de mis errores y no he podido encontrar mejor manera de enmendarlos.-  Y es que aquí en mi corazón, nadie podría vivir; era un rincón muerto de mi ser, marchito ya desde mucho tiempo atrás, antes de decidir que podía dedicarme a esto.

Sin embargo, en medio de éste gris amanecer, nada me resulta más difícil que dejarlo. Satisfechos los dos –él con cada sensación y cada mínimo capricho, yo con lo que tomé de él- siento por primera vez el extraño impulso de ignorar mi propio código y anidarme en su pecho y entre sus brazos tan anatómicamente perfectos para mí, solo por un rato más. Tanto esperé por ésta noche que ahora poco a poco se nos escapa de la oscura habitación, cediendo el paso a una mañana que no quiero… Un rato más junto a él. Total, ya lo he desnudado ¿cuál será la diferencia?

Me acerco a él y escucho sus latidos. Aun sabiendo que es un error y a estas alturas, el precio que se paga por estos, suele ser la vida. Solo observo pues temo que si le abrazo, nos quedaremos juntos como aquél mes en que nos conocimos, en aquellos otros tiempos, cuando existían los sueños. Desearía no comprender esto que siento. Mis días están contados.
  

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