viernes, 6 de julio de 2012

La huída


Los mismos caminos que conozco, ya desgastados entre el tráfico y las prisas, los he vuelto a recorrer y parecían distintos. Hacía ya tiempo que no caminaba por las calles de mi Chihuahua, que inadvertidamente se fueron llenando de recuerdos al paso de los años (o quizá fue la lluvia quien los trajo) liados en  el silencio de la noche con cada uno de mis pasos solitarios.  

Caminé  hasta llegar al puente que solía atravesar para llegar a casa cuando, ya muy avanzado mi embarazo, terminaba de dar mi clase de las ocho y no alcanzaba al transporte.

De paso se escuchaba la música de salsa, ese ambiente amable y alegre de nuestras salidas en grupo, y recordé el comentario que tanto me hizo reír aquella vez: “llevas cuatro”, no pude evitar sonreír.

Pasé por el hospital donde, desde el tercer piso, miré las luces de la ciudad ahogando mi llanto aquél frío diciembre mientras mi abuelo agonizaba.

Y finalmente, la avenida con la dulce indulgencia del recuerdo de la última vez que él pasó a buscarme…

Es ahora que comprendo la distancia; por qué él se fue a otra ciudad, mientras que cada honda memoria se niega a irse, se queda conmigo, e incluso tal vez a veces viaje y le visite…

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