Perdido… o quizá temeroso del arrebato insubstancial
que mi presencia nunca falla provocar.
Con tanto por decir -sin embargo las palabras se fugan,
se transmutan por acciones que nada tienen que ver
con el rincón del tiempo y del espacio en que me encuentro-
se queda callado o habla sólo para sí…
Y la esperanza,
dicen, es lo último que muere, más nunca
aprendí cómo tomarle el pulso a esos sueños sin sentido
o acaso espera de mí la cálida condescendencia
que no me ha sabido merecer –yo, mejor que nadie sé de eso,
tal vez con una microdosis de cariño genuino,
pero no deja
de ser cruel-
no me conoce.
Y como dicen: “mucho ayuda el que no estorba”
O en otras palabras: “Déjamelo todo a mi; tú no sabes lo que
quieres”.
(Claro, y yo no sé querer).
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