Impostora de mi propia realidad. ¿Vida? Solo sé de eso
cuando tú me miras y entre tus brazos dejo de ser fantasma –o al menos, eso
siento- cual si la transparencia de mi piel se hubiese vuelto cálida humedad.
“Sólo era tu imaginación” me dicen tus caricias… ahogas mi neurosis, me
enjuagas de sal y estrellas.
Entonces puedo hacer cosas que no se supone que hagan los
fantasmas, como: besar y morder tus labios. O emitir gritos lo suficientemente
audibles para despertar a los vecinos. Y es allí que encuentro mi lugar. Porque
solo en tu alma puede correr mi libertad. Esta cama deja de estar fría, de ser ajena; es
ahora solo tuya y mía. Con tus latidos sé que vivo. Te envuelvo con mis piernas hasta
que perdemos de vista tu inseguridad, y todo deja de existir. Soy real. Y tú
eres único.
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