Extraño esa sensación de que todo está bien, aun cada vez
menos posible y más distante
Y las mañanas largas, cándidas y opacas… el universo
contenido en el abrazo de un instante
Y esa risa que nos hacía cosquillas al alma y perduraba en
sonrisas perversas de nuestras noches blancas.
Extraño: es la palabra que lo definiría. Porque extraños
somos. Porque ya no hay nada.
Porque lo raro, lo extraño, lo único de su vida tan única
era la alcoba que compartimos y el eco que hallaba en cada mirada.
Y yo me sentía suya. Y a él lo sentí mío, como siente el río
suyo el correr del agua.
Pero ahora todo es parte de un hoy que murió y se ha
convertido en ayer -siniestro día- mientras seguimos pasando las páginas vacías, una por una, y mi dotación de
amaneceres –así como la suya- se agota, y mi amor no le toca. Extraño tocarle. En
un sueño extraño.
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