miércoles, 13 de junio de 2012

Medios de comunicación.

El: No empieces a hablarme así...
Ella: ¿Así cómo?
El: Así, en ese tono...
Ella: No te estoy hablando con ningún tono... tú y tus suceptibilidades... pero éso no es nada nuevo.¿Recuerdas que por éso nuestras conversaciones por teléfono duraban siempre menos de un minuto?¿Que los asuntos serios sólo podíamos tratarlos en la cama?


El: ¡Ja! Ya no hay cama... ( mientras se imaginaba pasando sus dedos por el vientre de ella, aspirando el aroma tibio de su cuerpo, aunque los separaban miles de kilómetros, cinco años de pleitos en el pasado y uno de indiferencia hasta la feha, y además, lo que menos le interesaba era hablar.)


Ella: No; ya no hay cama... (dudando si acaso ésta fue lo que perpetuó la relación más allá de su límite natural, cuando presentía que en aquélla lejana ciudad él se acostaba con otra, aunque  no lo pudo comprobar sino hasta un par de años mas tarde, y para ese entonces ya no importaba.)

Microdosis


Perdido… o quizá temeroso del arrebato insubstancial
que mi presencia nunca falla provocar.
Con tanto por decir -sin embargo las palabras se fugan,
se transmutan por acciones que nada tienen que ver
con el rincón del tiempo y del espacio en que me encuentro-
se queda callado o habla sólo para sí…

 Y la esperanza, dicen, es lo último que muere, más nunca
aprendí cómo tomarle el pulso a esos sueños sin sentido
o acaso espera de mí la cálida condescendencia
que no me ha sabido merecer –yo, mejor que nadie sé de eso,
tal vez con una microdosis de cariño genuino, 
pero no deja de ser cruel-
no me conoce.

Y como dicen: “mucho ayuda el que no estorba”
O en otras palabras: “Déjamelo todo a mi; tú no sabes lo que quieres”.
(Claro, y yo no sé querer).

lunes, 11 de junio de 2012

Definiciones primarias


Las cajas de herramientas, grandes y pesadas
Con muchas pequeñas secciones para organizar
clavos, empaques, tuercas, tornillos, pasta para  soldar,
cinta de aislar, baterías, aceite, resistencias, y voltímetro.

La Honda CBR 1000; y la gran troca blanca para poderla cargar.
Los libros: enciclopedias en español y en inglés, colección de novelas, Atlas de animales y de geografía, diccionario de especialidades, el manual Merck, el manual de farmacología, de patología, de anatomía, de histología… muchos libros.

Las cajas de herramientas con su característico color rojo brillante,
con todo y sus rueditas, tan altas como yo pero mucho más anchas y pesadas, de muchos niveles y cajones rellenas también con guantes de látex, gasas, pinzas, tijeras, tripas de gato e hilo de sutura de colores con su agujita curva,  el fonendoscopio, el tensiómetro los antipiréticos y el dichoso martillito para revisar los reflejos (cuyo nombre nunca aprendí).

Las noches bajo las estrellas. Las pláticas, los cuentos. El sillón en el que me quedaba dormida y la sorprendente sensación de dirigirme hasta mi cama sin caminar, gracias a unos brazos dúctiles y fuertes que me llevaban. Tan alta. Como cuando me sentaba en sus hombros y se veía el mundo desde un ángulo no apto para los que temen a las alturas. Y había que agacharse para atravesar las puertas, con mucho cuidado, para no caerse. La fe en Dios. La desconfianza en la iglesia. La esperanza en la bondad humana y el valor del altruismo.

Las cariñosas invitaciones a sentarme en sus piernas. La espalda ancha. Los ojos dorados, cristalinos. Las manos grandes, casi tan grandes como la vieja tortuga del vecino... pero siempre cálidas y delicadas, aunque fuese un dedo de los suyos como tres de los míos y su anillo –con el que me gustaba jugar- siempre me quedara enorme, y que sorprendentemente poseían la destreza necesaria para hacer los arreglos más minuciosos con piecitas muy pequeñas, y la capacidad de hacerlo todo funcionar.

Esos eran los elementos característicos de un hombre según mis definiciones primarias del término. Quizá en el fondo lo siguen siendo. Esas cosas como que no se olvidan

jueves, 7 de junio de 2012

Indigo


Sonreí al darme cuenta de los dulces detalles que él abraza y de cómo son los tonos más bajos de su voz los que dicen las partes medulares de nuestras conversaciones secretas –y no por ocultarnos en algún closet o bajo las sábanas, sino en la complicidad y misterio indescriptibles que nunca nadie fuera de nuestra burbuja índigo,  podría comprender-. Difícil sería el explicar ese gesto y las sensaciones que le acompañan, esa certeza de que el tiempo compartido vale más que separados, que hay correspondencia, eco, complemento.

Me muerdo los labios al mirarle, con mi loco afán por protegerlo de sus neurosis ¿quizá porque de alguna manera me recuerdan a las mías, de niña frágil y apegada? …Esos miedos de quien sabe demasiado y ha aprendido a temer por anticipado y a temer por los demás. Me sacudo entonces el algodón de sus palabras en mi cara y lo estrecho fuertemente entre mis brazos murmurando despacito: “todo va a estar bien…”

¡Oh, y yo con mis ganas de llegar y devorarle, arrancando ropa y suspiros, buscar mi nombre entre las cenizas de sus sueños, abrirme camino paso a paso por su piel haciéndole cosquillas! 

lunes, 4 de junio de 2012

Petición a un hombre fuerte

De esas noches que parecen más grandes y pesadas que el resto... ¿Se puede medir y pesar la noche? Y más aun, ¿me ayudas, para que no me aplaste?...

sábado, 2 de junio de 2012

Castles in the air


I will not give up the flowers you´ve left here to fade
nor the dragons your mighty hand did never slay.
Joyless knight, dark creature with the heavy steel shadow
and the diamond fangs and the shut eyes
which, even more than any one of my flaws
have so led your steps away.

And I keep on building castles in the air
as you still fancy yourself a king…
But do not smile just yet, this castle is not for you
who are wound into a hundred things vain.