lunes, 6 de agosto de 2012

misterio



Tenue  luz azul-plata, como el sol en mañanas nubladas: así era su mirada. Pálida tonalidad de  hielo brillando en un rostro apiñonado, expresivo más allá de las palabras. Ella, un par de ojos de miel. También sonrió, tímidamente girando una mano para decir “adiós”. Saludos que pronto se convirtieron en ritual silencioso de tarde en el parque. Ese simple y breve gesto que parecía aligerar el aire alrededor y revelaba las bocas cambiando de expresión, preparándose quizá para sonreír… o tal vez, besar.

Una de esas tardes frescas tras la lluvia, el saludo de sus manos se prolongó hasta que quedaron muy cerca y entrelazaron sus dedos. Frívolas e inútiles, no hubo palabras. Solo se besaron. Una agradable sensación recorrió la espina dorsal de él, casi como cuando en las vacaciones se quedaba en casa de su abuela, que lo despertaba haciéndole cosquillas. Ella en cambio, sintió su propia piel tibia y reconfortada por el calor del beso, protegida del fresco viento húmedo como lo haría una suave camiseta de algodón tomada de la secadora, al deslizarse sobre una espalda recién bañada.

Pero todo es un misterio; nadie sabe cómo es posible que exista tanta belleza, y que tan solo en raras ocasiones venga acompañada de amor.

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