martes, 24 de abril de 2012

Angulo mío



Esa mirada directa e intencionada proveniente de sus ojos de cedro en llamas y la forma en que cuadraba su cuerpo en ángulo al mío, me hicieron desde aquélla primera vez, saber que esto era más que una noche de pasión. Todo un cazador él; su instinto le hizo ir tras de mí. A mí, honestamente, no me interesaba ni me molestaba, casi ni lo notaba. Es más: me era indiferente. Pero decidí seguirle el juego y bailar junto a él. 

Al poco rato, ya me tenía acorralada alegórica y físicamente; tanto se me acercaba que me llevó hasta la orilla de la tarima, de donde, al dar ese último paso hacia atrás, casi me caigo. “¿Estás bien?” Fueron las únicas palabras que torpemente articuló, al  tiempo que extendía hacia mí el antebrazo izquierdo: largo, con firmes músculos que abrían como un trapecio hacia su codo, y la mano más grande, fuerte y cálida que hube tocado en mucho tiempo; “Estoy bien, gracias” fue mi respuesta “Y no, no necesito ayuda…” Agregué por inercia, mientras que le daba mi mano para poderme apoyar en él. Realmente no me era necesario para recobrar el equilibrio, pero sí para satisfacer mis ganas… yo deseaba tocar esa mano, así que decidí aprovechar el momento. Y lo único que pude pensar, fue lo bien que se sentiría tenerla sobre mi piel; en pocas palabras, lo acaba de conocer y ya deseaba que me manoseara. 

Y tal pareciera que me leyó el pensamiento, pues para alejarme de la posibilidad de otro connato de caída, me tomó de la cintura –yo sonreía– y me acomodó justo en  el centro de nuestro espacio privado. A mí no me gusta ser dominada, pero por alguna misteriosa y perversa razón, que él lo hiciera se sintió tan bien…

Mis caderas describían suaves círculos sobre sus muslos. Él seguía mis movimientos a ritmo de la música. Parecíamos dos engranes en sincronía perfecta; yo lo sentía tan cerca, casi dentro de mí. Pues en determinado momento, ya no eran solo sus piernas y pubis pegados a mis nalgas, sino que podía sentir a través de su pantalón y de mi vestido su erección, acompañada de esa respiración y esa mirada que me incitaron de inmediato a desear mucho más de él. Una tibia y agradable nueva sensación se apoderaba de mí, al tiempo que miraba cambiar la expresión de su rostro por una más dulce y relajada. 

Me detuve. La respiración no dejaba de oprimir mi pecho latiente de deseo. El tiempo avanzaba y era casi imposible controlar esos instintos que habitaban dormidos en mi cuerpo, quizá también de él,  y que hubimos ignorado tantas otras ocasiones antes de ésta mágica noche. Mis dedos, solamente ellos, con ligeras caricias de libélula nocturna podían crear un segundo entre tanta excitación. Coloqué dulcemente el dedo índice en sus labios, lo tomé de la nuca para inclinar hacia mí su cabeza suavemente y poder besar su frente. Y me aleje de él deseando que comprendiera mi extraño gesto: no soy cualquier mujer, no merezco este reino de bruma y moho, por esa razón me retiro bajo la aurora de las luces mercuriales, gritando en el silencio ¡tómame!

Una última mirada de sus ojos encendidos, al alejarse mis caderas –que dócilmente le deje acariciar- llevándose mis piernas el aroma de su loción y mi perfume en delicada mezcla. Mi cabello, mi aroma, y la silueta de suaves curvas que se quedarían grabadas en su memoria; así como sus manos, su antebrazo fuerte y lo que sentí de él al estar cuerpo a cuerpo, tan juntos bailando… se han quedado en la mía.  

1 comentario:

  1. ...Me gusta tu forma de relatarlo,hasta pude imaginarme estando ahi presente y ser testigo de tan "químico-magico-musical" momento!!

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