Bajo el cielo violáceo, al final del camino, donde
voces y ruidos no logran llegar... es ahi que me siento libre y puedo creer que nada hace falta, más que lo que puedo tocar. Y entonces un deseo, pero se enciende una sonrisa, al tiempo que pregunto: ¿para
qué? A lo lejos centellan las estrellas, que parecen estáticas, pero no lo
están; nunca lo están. Detrás de ése bello cielo raso, como un telón, danzan y
brincan su melodía sin final.
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