“Me la paso a toda madre cuando estoy contigo y te me estás
antojando un chingo, Daddy”… Era el
último mensaje de texto enviado desde el teléfono móvil de la sirena en
cuestión. El último intento de escape surrealista -fallido, por supuesto- del mundo de glamour
forzado en que vivía capitalizando de la lascivia de los parroquianos. Como
cada noche, el Dj la anunció; cada uno de los hombres que se congregaban en
aquél sórdido recinto le perteneció. Con ademán casi primoroso, le colocaban billetes
entre el hilo rosa de su tanga y la suave piel. Pero nadie le daba lo que ella
quería: un poco de amor … y nadie contestaba…
“Sobredosis” dijo el M.P.
Se interrumpió el silencio del levantamiento del cuerpo: “suena el
celular, la señorita tiene llamada…” Por curiosidad, alguien presionó el botón
verde, para escuchar la voz al otro lado de la línea: “perdona Reina se me hizo tarde, ya voy para
allá; no se me enoje”…
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