Puse mi semblante de mujer audaz y alcé el vuelo a sabiendas
de que hay piezas dentro de mí recónditas, maltrechas, con pequeñas heridas olor
a sangre. Pero nadie lo sabe. Ellos no lo verán mientras con pasos firmes y
sonrisa complaciente sigo mi camino entre la multitud, tratando de ganarle al
tiempo, que a veces me llena los ojos con nostalgia.
Y de todo lo que a veces quisiera gritar, pero que callo. De
la imaginación que duele. Todo lo que no se ve y que quiero creer alguien
intuye, pero no hay manera de saber si es así. Nunca estoy segura. Perdóname,
si es que te he fallado en otra vida y en ésta no he logrado resarcir el daño.
Sé que soy indigna y sin embargo estoy aquí, mirándote a los ojos. Con ese
abrazo que se quedó a medio entregar, y esperando conclusión.
Pero la esperanza es lo último que muere… o lo único que
tengo: alma mía, no me abandones aun. Déjame seguir volando.
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